miércoles, 17 de junio de 2009

LA AGUDA HISTORIA DE LA JERINGA

Si miramos hacia atrás, en cinco siglos el avance de la medicina ha sido sorprendente. Pequeños y grandes descubrimientos se han conjugado para permitir el progreso de la ciencia médica y es de suponer que esta tendencia continuará, quizás aceleradamente. Si se piensa en la administración de vacunas, la extracción de sangre, la aplicación de anestesia, la inyección de insulina en diabetes por ejemplo, sabemos que un elemento de indiscutible importancia en todos ellos es nada menos que la jeringa. ¿Cómo y cuando surgió este elemento? ¿Cuáles fueron los pasos que se siguieron hasta dar con ella? ¿Cómo serán las jeringas en el futuro?

En medicina, el hecho de poder administrar al paciente medicamentos a través de la piel y asimismo poder extraer por ejemplo muestras de sangre, son cuestiones de importancia. Pero largo fue el trayecto hasta que esto pudo al fin lograrse. La palabra jeringa viene del griego syrinx, que significa "tubo". Se sabe que en 1656 el arquitecto inglés Christopher Wren inyectó vino a un animal con el cañón de una pluma de pájaro y una vejiga de cerdo y en 1809 el médico francés Francois Magendie demostró por primera vez que era posible introducir medicamentos a través de la piel. Pero fue recién en 1851 que el cirujano Charles Gabriel Pravaz ideó la jeringa en Francia. Este médico usó su jeringa de pistón (conocida como jeringa de Pravaz) para la inyección intravenosa de anticoagulantes para el tratamiento del aneurisma y en 1853 el médico escocés Alexander Wood mejoró la recién inventada jeringa hipodérmica, mencionándola en su libro "El nuevo método para el tratamiento de las neuralgias, aplicando directamente opiáceos a los puntos dolorosos".
Continuando con sus descubrimientos en 1854, Wood inventó la aguja metálica hueca. A fines del siglo XIX, la jeringa de cristal ya estaba patentada.

Aunque hay que reconocer sin embargo que el primer antecedente de la jeringa es del siglo IX, instancia en que el cirujano iraquí egipcio Ammar Ali al-Mawsili técnicamente inventó la primera de ellas usando un tubo de vidrio hueco y la técnica de succión para remover las cataratas de los ojos de un paciente, una práctica que continuó en uso hasta el año 1230 y que luego volvió a utilizarse en el siglo XX.

Más cerca en la historia, la primera jeringa para inyección de insulina apareció en 1924, y ya en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, la jeringa cartucho permitió a los combatientes autoadministrarse morfina para evitar el dolor de las heridas. En 1947 apareció el primer modelo con un tubo colector para sacar sangre. Hasta aquí se había avanzado significativamente, aunque el hecho de poder esterilizar las jeringas era todavía un procedimiento que había que tener en cuenta; en sus estuches metálicos se cubrían con agua y se las hacía hervir o se las pasaba por alcohol; métodos engorrosos y que no eran cien por ciento asépticos. Así fue que en 1954 la primera jeringa descartable salió al mercado hecha a base de polipropileno.
Este fue sin duda un gran paso a la hora de considerar los males típicos del siglo XX: el consumo de drogas y el VIH sida, surgido casi treinta años después. Así, para evitar que las jeringas fueran compartidas, también se ideó que algunas quedaran inutilizadas al ser usadas.

Esta función tan vital que desarrolla la jeringa en la medicina, está tratando de ser optimizada de varias formas porque es necesario desarrollar técnicas cada vez menos invasivas y más eficaces.

Se sabe que la capa más superficial de la piel de los mamíferos es la stratum corneum, que por su arquitectura se constituye en una barrera significante contra la administración de drogas por vía transdérmica. Recientemente, estudios realizados en ratas por investigadores en China han mostrado en resultados morfológicos, bioquímicos y biofísicos que esta capa tiene una formación de corneocitos enriquecidos en proteína, arraigados en una matriz intercelular de lípidos no polares organizados en capas.

Si bien sólo del 10 al 15 % de la stratum corneum está compuesta por lípidos, éstos son los que dictaminan la permeabilidad de la piel. Como la administración de drogas vía transdérmica puede ofrecer más ventajas respecto de la administración oral o intravenosa, en consecuencia puede ser muy útil reducir la barrera dérmica usando mejoradores químicos que permitan a la droga penetrar en el tejido y entrar a la circulación sistémica. En este punto juegan un rol importante vegetales con ácidos oleicos tales como la planta de albahaca dulce (ocimum basilicum), milenariamente considerada una planta medicinal no sólo por sus agentes antimicrobianos, sino porque además sus aceites esenciales son realzadores de la permeabilidad de la piel, promoviendo la absorción percutánea de ciertas drogas.

El ácido oleico es reconocido como un optimizador de la penetración de la piel y actúa fluidizando los lípidos y emulsionando la stratum corneum.

Los ácidos grasos saturados y no saturados tales como el ácido esteárico, el ya mencionado ácido oleico y el ácido linoleico, son mejoradores de la permeabilidad de la piel para suministrar una variedad de drogas. Esto es lo que ha motivado la investigación del transporte activo molecular y iónico mediante la difusión y corriente eléctrica (iontoforesis). Otros procedimientos consisten en alterar la función de barrera que cumple la dermis usando pulsos de alto voltaje, ondas de estrés o interviniendo en la capa más superficial de la piel.

Pero otro medio alternativo, es crear una o más perforaciones pequeñas llamadas microconductos a través de la stratum corneum y las capas subyacentes de la piel con escisiones localizadas en áreas de 250 µm de diámetro, técnica ya conocida en dermatología. Los microconductos usualmente puede ser de entre 50 y 200 µm de profundidad, para comparar una aguja hipodérmica abre un espacio de 6,000 µm de profundidad. La aguja corta el tejido y lo mantiene abierto, en cambio a través de la micro escisión se pueden abrir microconductos rápidamente y sin dolor. Se delimita la zona de la piel mediante una máscara y se le aplica una sustancia abrasiva y partículas de 25 µm pasan a través de la apertura de esta máscara, lo que favorece la permeabilidad de la piel facilitando la administración de sustancias a través de esta zona y también la obtención de muestras de sangre, por ejemplo.

Además, actualmente se están desarrollando agujas extra finas (del diámetro de un cabello humano) para reducir el dolor a la hora de aplicar inyecciones y también inyectores automáticos. Más promisorio aún es el invento de la compañía inglesa PowderJect® que está desarrollando el hipospray, un dispositivo que usa helio presurizado para administrar medicamentos secos bajo la piel, sin necesidad de agujas o inyecciones. PowderJect® es líder en producción de vacunas DNA, un nuevo método revolucionario de vacunación que ofrece el potencial de proteger contra enfermedades como la hepatitis B. Los beneficios de las vacunas en polvo, también están en el hecho de no necesitar cadena de frío y la habilidad de mejorar la performance ya que la inyección de polvo incrementa el tamaño y calidad de la respuesta inmune alcanzada por las vacunas DNA convencionales.

Estos avances no sólo permitirán ampliar el potencial terapéutico de los medicamentos administrados, sino que serán una verdadera solución para quienes a la hora de pasar por la punzante experiencia de una inyección, todavía prefieren mirar para otro lado.

www.cedepapedu.org/novedades.asp?idCanal=239



1 comentario: